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Musical de las creadoras de The L Word

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Chavela Vargas

“Yo he tenido que luchar para ser yo y que se me respete, y llevar ese estigma, para mí, es un orgullo. Llevar el nombre de lesbiana. No voy presumiendo, no lo voy pregonando, pero no lo niego. He tenido que enfrentarme con la sociedad, con la Iglesia, que dice que malditos los homosexuales… Es absurdo. Cómo vas a juzgar a un ser que ha nacido así. Yo no estudié para lesbiana. Ni me enseñaron a ser así. Yo nací así. Desde que abrí los ojos al mundo. Yo nunca me he acostado con un señor. Nunca. Fíjate qué pureza, yo no tengo de qué avergonzarme... Mis dioses me hicieron así.”
Estas son declaraciones de Chávela Vargas una de las más importantes cantantes sudamericanas. Poco importa que supere los 90 años sus fuerza sigue intacta y su lucha más intensa que nunca.


Siempre reconoció su homosexualidad, incluso cuando las cosas eran difíciles, en aquellos tiempos en que ser lesbiana era cercano a la perversión, y había que agachar la cabeza ante el termino de pecadores.
Pero esta cantante nuca traiciono lo que era, o lo que pensaba. Apenas con 17 años abandonó a su familia con la que vivía, en un pequeño pueblo en mitad del campo, para vivir las experiencias que ofrecía la capital Mexicana. Al principio tenía que luchar por conseguir un poco de comida, pero la ciudad no tardó en rendirse a sus pies, y su novedosa forma de expresar canciones que antes solo habían sido cantadas por hombres, le concedió un hueco en lo más alto.

No hizo nunca del lesbianismo una causa pública. ”Jamás hice bandera del lesbianismo, aunque juro que jamás lo oculté. Iba con pantalones más por comodidad que por provocación, metía en mi coche a mujeres hermosísimas porque ellas querían venir conmigo; no usaba tacones porque me partía la cabeza; no estuve nunca con hombres porque no los necesité en nada”.
Tan intensa fue su juventud que tuvo que cruzar su camino con el de otra mujer libre e inmortal Frida Kahlo, con la cual tuvo una aventura amorosa.

Se la podía ver por el centro de México con sus dos pistolas bebiendo con sus amigos, hasta que estos no podían más y se rendían al aguante de la Vargas, la cual también solía robarles a alguna jovencita.

El éxito es efímero y cuando perdió su juventud y su fama terminó dándose a la bebida.

Muchos años después Pedro Almodóvar de viaje por la capital mexicana se la encontró en un oscuro antro recordando su pasado. Tras el resurgimiento de su carrera muchos son los que quedaron impresionados por la voz de la llorona.

Sabina la inmortalizó en su bulevar de los sueños rotos y Almodóvar contó con ella para algunas de sus películas.

Ella misma dice sobre su vida “Todo lo he hecho a sabiendas y no me arrepiento de nada. Ni de lo bueno, ni de lo malo, ni de los momentos felices, ni de las tristezas... Al final, tengo el alma llena de paz y tranquilidad”

“Lo que duele no es ser homosexual, sino que lo echen en cara como si fuera la peste. Hace falta tener mucha ponzoña en el alma para lanzar cuchillos sobre una persona, sólo porque sea de tal o cual modo”.

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